viernes, 27 de mayo de 2011

El lamento del vampiro

Arrastrando su oscura capa, en silencio, y proyectando una fantasmagórica sombra que se dibujaba sobre las paredes del castillo de Transilvania, en la soledad más absoluta, Ludvig el vampiro atravesaba uno a uno los muchos corredores en busca de algún lugar en el cuál dejar en reposo su sucia, vacía e inmortal alma.

Las aves coreaban puntuales el fin del ocaso, cumpliendo así su eterno compromiso con el astro rey, mientras tanto, las criaturas de la noche arrastraban sus mortales carcasas en busca de una guarida en la que poder mantenerse alejados de toda aquella algarabía matinal y sobretodo de la inmisericorde mano ardiente del dios sol.

Nadie oía, sin embargo, el lamento del vampiro.


(y sigue con un trozo original de panero)


Vosotros, todos vosotros, toda

esa carne que en la calle

se apila, sois

para mí alimento,

todos esos ojos

cubiertos de legañas, como de quien no acaba

jamás de despertar, como

mirando sin ver o bien sólo por sed

de la absurda sanción de otra mirada,

todos vosotros

sois para mí alimento, y el espanto

profundo de tener como espejo

único esos ojos de vidrio, esa niebla

en que se cruzan los muertos, ese

es el precio que pago por mis alimentos.


No hay comentarios: