lunes, 27 de abril de 2009

Mi novela: 1a parte

El restaurante de la calle Montseny en el cruce con Aguarosas estaba prácticamente vacío. No es que fuese tarde, es que los precios del restaurante eran demasiado elevados como para ser pagados por el ciudadano de a pie. Joan y Clarice bajo un aguacero entraron apresuradamente en el bufé, afuera los charcos reflejaban una oscuridad, como siempre colmada de neón.

Aquella noche el detective Margot no pudo pegar ojo pasando en vela las horas, tratando de imaginar como hubiese sido besarla.
Frente a la ventana de su habitación meditaba en silencio, oteando el exterior, con calma. El ruido de la ciudad lo aturdía, aquella interminable hilera de vehículos, el profundo ronroneo del motor del autobus, todo jugaba en su contra...
En su bolsillo pesaba la 9mm, anclándolo al suelo, otorgándole aquella seguridad que la vida hace tiempo le había retirado.
Por allá dónde extendía su mirada no hallaba sino caos y sin sentido, el sabía que se acostaría, y al día siguiente encontraría otro día, y al siguiente otro más, hasta que sin quererlo llegase un momento en el que se enamorase de la vida, y que probablemente para aquel entonces sería demasiado tarde, pues estaría a punto de morir.
Bien sabía él también que esos 9mm que aguardan en el pantalón trasero del pantalón, correctamente apoyados contra la sién, con un poco de valor a la vez que de cobardía, podrían pasar de ser un lastre a convertirse en la máxima liberación. Eso era algo que se planteaba continuamente, mientras fundía lo negro de su mirada con las sombras de la noche, tratando de desdibujar la realidad, para perfilarla a su antojo.
Durante los últimos años, las bandas de la ciudad habían recrudecido sus políticas de acción, era difícil encontrar trabajo si uno no estaba dispuesto a apretar el gatillo y Margot no era de los que disfrutaban matando, pero por supuesto tampoco deseaba ser finiquitado, él simplemente se limitaba a hacer su trabajo.
De un giro de 180º abandonó la ventana, y volviendo a la realidad, dirigió el telemando hacia la cadena de música, allí estaba como siempre, desde la tumba y pegado a la cinta magnética del casette, incansable, el maestro Chet Baker.

El corazón de Margot se encontraba seco, algo de dentro estaba roto, su corazón era como un coche con motor, pero sin ABS, tratando de avanzar por una carretera helada. Descorchó una botella de vino con la intención de humedecerse un poco por dentro, el vino si es bueno o mucho no suele decepcionar, eso una de esas cosas de las que ya sabes lo que hay.

La puerta del apartamento se abrió repentinamente cubriendo de astillas el suelo, un tipo orondo, de portentosa musculatura penetró en la vivienda, era Joe Salieri, ese montón de mierda con la cabeza rellena de gelatina que llevaba dos semanas acosándole.
Esbozando una mueca bestial se abalanzó sobre él, empuñando una pistola.
– ¡Frank!, vengo a por tí piltrafa, ¡me envía el ángel de la muerte!. Tres disparos resonaron en el edificio. Margot saltó justo a tiempo, maldijo para sus adentros al matarife por llenarle el suelo de mas virutas de madera, se iba a enterar de quien era. Ante el fallido ataque, Joe decidió retroceder y salir rápidamente de la casa, el ruido había alertado a los vecinos. Se dispuso a bajar las escaleras frenéticamente, pero Margot ya estaba a la caza.
Pese a rondar los cincuenta, Margot era un tipo ágil, no es que fuese rápido, pero sabía como moverse. Levantándose del suelo de un salto, aparto de una patada la botella de vino, que yacía semi-vacia sobre la moqueta, habiendo derramando su contenido. -Esta me la pagas-escupió por un colmillo, al mismo tiempo que sacaba el arma con rabia.

continuará...